— A este weón hay que amarrarlo, se está haciendo el leso. Vino otro, entonces, con un alambre y me amarró las manos atrás por la nuca. Después, me empujaron de la banca para dejarme botado en el suelo. Cuando empezó a oscurecer, sacaron unas chuicas de vino y empezaron a prender fuego para un asado.
Había carabineros y civiles, la mayoría camioneros. Estaban los Carrasco, el Tito y el Toño Ruiz Tagle, el peluquero Aguilera, el Pato Meza, Miguel González, Carlos Sánchez, el Jara, el Christian Kast, Larraín y Suazo. Eran unos quince civiles y unos dieciocho carabineros. Yo los veía desde mi rincón cómo se reían y emborrachaban, pero estaba muy quieto porque cuando se acordaban de mí, se acercaban civiles o pacos a darme de puntapiés por las costillas.
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