En el pueblo maldito de Melinka, el paso del tiempo borra los significados. Son muchas las voces que hablan con los muertos y viceversa, desde la dedicatoria –una suma de agradecimientos o un poema en que Vivanco nos lega «la certeza de la duda», de la pesadilla y los fantasmas– hasta el último verso de esta novela fragmentaria, de tramas paralelas y surreales, que va ensanchando su intensidad sexual, detectivesca y de humor negro. El gozo y el dolor habitan la misma lengua del exceso, una poética con perros rokhianos que administra lo absoluto gracias a la concreción de sus imágenes. Su lluvia moja las iglesias y las milicias con tierna violencia. La empatía con las víctimas de los abusos acarrea a la amada a un paseo vertiginoso por la poesía del paisaje, visitada en las nuevas generaciones como una resistencia al extractivismo, que en Melinka da otra vuelta de tuerca: la reaparición del sujeto sensible y tremendista sintonizando en palabras el ruido que une la vejez y la infancia con la oscuridad que las rodea.
OFERTA: sin costo adicional el envío al domicilio, en todas las comunas de Chile donde exista oficina de Starken (TurBus) y/o de Correos de Chile.
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